
Certificación Well
Estamos en un momento en que la sostenibilidad ya no es suficiente.
Porque un edificio puede ser "verde" y aún así enfermarnos. Puede consumir poca energía… pero generar ansiedad, fatiga o malestar.
He llegado a una conclusión: necesitamos integrar la salud humana como eje central del diseño arquitectónico. Y por eso decidí iniciar el camino hacia la certificación WELL.
¿Qué es la certificación WELL?
La certificación WELL es un sistema de evaluación pionero, desarrollado por el International WELL Building Institute™ (IWBI), que pone la salud y el bienestar de las personas en el centro del diseño, la construcción y la operación de los edificios.
Se lanzó oficialmente en 2014 con la versión WELL v1 y, tras un proceso colaborativo de mejora con más de 100 organizaciones globales, se consolidó en 2020 con la versión definitiva de WELL v2.
Es la primera certificación en el mundo enfocada exclusivamente en la salud humana dentro del entorno construido. A diferencia de otras certificaciones como LEED o BREEAM, que evalúan el impacto ambiental de los edificios, WELL mide su impacto sobre el cuerpo, la mente y el comportamiento de quienes los habitan.
WELL se fundamenta en años de investigación médica, científica y técnica. Evalúa cómo las características del espacio interior (como la calidad del aire, del agua, la luz, el confort térmico, los materiales, la alimentación, el movimiento o el apoyo a la salud mental) influyen en nuestro bienestar físico, emocional y cognitivo.
¿Cómo funciona la certificación WELL?
El estándar WELL se estructura en torno a 10 conceptos clave que representan distintas dimensiones del bienestar humano en el entorno construido:
Aire: calidad del aire interior, ventilación, filtración, control de contaminantes.
Agua: acceso a agua potable, tratamiento, control de legionela y humedad.
Alimentación (Nourishment): oferta saludable, transparencia nutricional, dietas especiales.
Luz: exposición a luz natural y artificial, ritmos circadianos, deslumbramiento.
Movimiento: fomento de la actividad física, ergonomía, circulación activa.
Confort térmico: diseño de climatización, zonificación, monitoreo y control individual.
Sonido: control acústico, privacidad, reverberación, reducción de ruido.
Materiales: reducción de tóxicos, emisiones, gestión de residuos y limpieza.
Mente: apoyo a la salud mental, biofilia, concentración, reducción del estrés.
Comunidad: accesibilidad, equidad, transparencia organizacional, políticas laborales.
“Features”: la unidad de acción
Cada uno de estos conceptos se desarrolla en múltiples “features” (características), que son estrategias concretas de diseño, operación o política organizativa.
Las features se dividen en:
Prerequisitos: medidas obligatorias sin puntaje, que aseguran un estándar mínimo de salud y bienestar.
Optimizaciones: estrategias voluntarias que otorgan puntos adicionales y permiten avanzar hacia niveles superiores de certificación.
Un proyecto puede incluir entre 100 y 105 puntos posibles, aunque el cálculo se realiza sobre un total de 100 puntos para la certificación.
Un aspecto que valoro especialmente
La certificación WELL no se basa solo en buenas intenciones o en cumplir con una normativa: requiere demostrar, con datos reales y medibles, que el edificio está cumpliendo con su promesa de salud.
Aquí entra en juego la figura del WELL Performance Testing Agent (PTA): un profesional acreditado por GBCI que realiza pruebas in situ, con rigor técnico y autonomía, para validar los resultados del proyecto.
Esta verificación incluye parámetros como:
Compuestos orgánicos volátiles (COVs)
Material particulado (PM2.5)
CO₂, humedad y temperatura
Niveles de luz y ruido
Calidad del agua
Solo si los resultados cumplen con los criterios establecidos se concede la certificación.
Mi decisión de certificarme en WELL
Desde hace años, como consultora en sostenibilidad, acompaño proyectos que buscan reducir su impacto ambiental y mejorar la calidad de vida de sus ocupantes. Lo hago a través de Blueprint del diseño sostenible y saludable, mi metodología basada en 10 principios de arquitectura sostenible y 7 elementos de salud ambiental.
Aunque ya aplico muchas de las estrategias que propone WELL (desde la calidad del aire y del agua hasta la luz natural, el confort o la biofilia), lo hacía sin un marco certificado que respalde este enfoque integral, y sin una comunidad profesional con la que compartir visión y aprendizajes. Porque creo que esta es la parte que más agrada, la de la comunidad.
Por eso decidí que en 2026 quiero dar ese primer paso: certificarme oficialmente como WELL AP.
Confieso que todavía tengo algunas dudas. Entre los proyectos como consultora, la faceta de divulgación y la vida en general, me pregunto si encontraré el tiempo necesario para prepararme como me gustaría. Pero también sé que hay decisiones que, aunque desafían, te alinean profundamente.
Ya estoy planificando el último trimestre del año con este objetivo en mente. Y esta vez, más que nunca, quiero hacerlo de forma consciente, realista y acompañada.
¿Alguien ha pasado por este proceso? ¿Qué me recomendarías? ¿Algún consejo para compatibilizarlo con el trabajo, o algo que hubieras querido saber antes de empezar?
Creo que WELL y Blueprint hablan el mismo idioma. Esta certificación no cambia mi filosofía: la profundiza y le da una base aún más sólida.
Y si con esto puedo seguir aportando más valor a mis clientes, a mis lectores y al sector, entonces es un camino que merece la pena.
Un abrazo,
Adaliz Sayago
